Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. en Filosofía y CCSS
No hay ser más nostálgico que el cerreño. Ama el pasado. Añora el ayer, eso es porque no tenemos una ciudad eterna, vivimos en una dialéctica urbana, una simbiosis infraestructural entre lo clásico y lo contemporáneo.
Cuando la plaza llamada “Arenales” fue cambiada por el nombre del mártir de la medicina, hubo nostalgia por Arenales. Cuando destruyeron la plaza “Centenario” con el monumento del “Soldado desconocido” hubo llanto y como consuelo quedo la replica que hoy se mantiene frente al local del banco de la nación.
Somos ciudad de réplicas, de añoranzas de morriñas. Hubo lamento cuando fue destruida la antigua iglesia católica de Yanacancha. Hubo defensa, pero al final se impuso la productividad y la rentabilidad minera, lo mismo paso con la laguna de Patarcocha cuando la taparon por necesidad del avance extractivo.
Cuando fue cercado y luego abandonado el antiguo local del municipio provincial, cuando fue derruido lentamente la calle del Márquez descubrieron que no se debe destruir todo a la vez sino pedazo a pedazo, así marcaron estigmas sociales en los cerreños, marcas que son constantes frustraciones que nos señalan que como sustentaba el filósofo panteísta Baruch Espinoza aquí hay determinismo universal forjado por las fuerzas del progreso.
Estos días se derruye un patio mal llamado “parque universitario” ¿que tenia de parque?, eso era una cochera, un lugar de ensayos, sin alumbrado por años, sin pintados por décadas. Salvo la réplica del “Castillo de Lourdes” que era la excepción para destacar lo demás era polvo, cemento y olor a caucho de camionetas.
Décadas nos preguntábamos que autoridad política podría darle un cambio, varios que pasaron tuvieron la intención, pero de buenas voluntades no se vive. Ahora ya hay expediente y obra en marcha. Esta vez no la destruye la minería, esta vez la destruye la modernidad, la exigencia social de hacer de ese parque algo adecuado y de nivel como le corresponde al distrito metropolitano de Yanacancha.
Alrededor del parque se ubican los centros de poder político y científico de la región y es digno que este espacio sea construido con una alternativa de arquitectura que siempre será discutible porque estas en la ciudad de los “jueces” como decían los viejos cerreños, pero como dice el dicho “a nada”.
Todos sin duda tenemos recuerdos en este patio mal llamado “parque universitario”, nos las quedaremos en las imágenes de la fotografía impresa, de la vista virtual, del recuerdo de un amor cantado a todo pulmón en algún concierto de aniversario vivido en este espacio, de la memoria de una conversación esperada por años que al final devino en tristeza. Adiós patio antiguo, chau parque mal llamado “universitario”. Adiós “Castillo de Lourdes” emblema de fierros que nos hacías recordar el proceso de ingreso y salida de los obreros de la mina, emblema del sometimiento de la patronal al proletariado, del capataz al japiri, del contratista tercerizado al trabajador. En fin, el progreso es así. Como lo planteo Heráclito de Éfeso “todo cambia, nada permanece para siempre” .