Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. en Filosofía y CCSS
Es día de recordar a nuestros muertos, ir al cementerio, al lugar donde posa el hades, donde nos espera la gehena.
No hay lugar donde uno está más cerca de la muerte que en el Cerro de Pasco, porque la altura sobre el nivel del mar y el frío nos matan lentamente y hacen que nuestra existencia se limite a no más de 70 años en su mayoría, por eso se van del “Cerro” a otros lares más cálidos para evitar al averno.
No hay lugar más cercano que uno está a la muerte que en las tierras mineras, el socavón es experto en asesinar, durante siglos lo ha hecho, cada vez menos es cierto pero letal en esas pocas veces, donde la política de seguridad minera no ha podido con el yacimiento y sus tragedias.
La muerte en el Cerro de Pasco nos tiene como vecinos hace décadas, ese conurbano llamado muerte planifica nuestro final, con sus metales pesados en el aire construye nuestro fenecer y lo logra antes de los 60 años y a veces menos. Por eso huyen los cerreños a otras tierras para oxigenarse y poder vivir un poco, un poquito más.
La muerte ha hecho su andar permanente en el Cerro de Pasco, se ha aliado con los que nos dan el agua contaminada que bebemos para el desayuno, almuerzo, lonche y cena, adelantando el proceso de decaimiento de nuestro sistema digestivo y limitando las fuerzas para superar los 60 o 65 años de vida. Por eso el cerreño y la cerreña se van a su hacienda, a su finca, a su valle para beber agua menos contaminada que lo conservará un poco más en este mundo.
La muerte ronda más cerca que lejos en el Cerro de Pasco, la salud mental no es motivada por el clima que domina en la mayor época del año, pocos se motivan cuando ven nublado el cielo, muchos se animan cuando el sol se posesiona en nuestra geografía. Por eso somos opacos, insensibles, antipáticos, sonreír en el tiempo nublado o lluvioso en el Cerro de Pasco es una proeza, una titánica actitud.
Por eso nuestros músicos han hecho canciones alusivas a la muerte. Tenemos allí ese huayno “Alma herida” que dice “... cuando yo muera no quiero llanto, ramos de flores, tampoco luto…” el habitante de estas tierras quiere que su sepelio no sea lloro sino alegría de saber que vivió bien a su manera, por eso antes que se lo lleve el hades prefiere gozar, ser feliz allí donde Dios o la evolución lo ha plantado.
Por eso nuestros poetas han escrito sobre la cercanía a la muerte, en las letras de la muliza “Angustias” “Romper quiero estas cadenas que tanto me hacen sufrir… yo quisiera morir y no seguir padeciendo”. Vivir en el Cerro de Pasco es una angustia “que punzan como espinas” por eso es tierra de machos, es tierra que la muerte no respeta por eso se lleva temprano a los que amamos, que como consuelo nos queda llevarles flores a su tumba en estos primeros días de noviembre.