(Adaptado)
Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO
Lic. En filosofía y CCSS
“El 27 de agosto de 1885, en la sala Nuestra Señora de las Mercedes del Hospital Dos de Mayo, donde realizaba su internado, Daniel Alcides Carrión García, asumiendo el riesgo para su salud que ello suponía, se dispone a producirse a sí mismo la inoculación de la verruga. Luego de ser disuadido por sus compañeros, es asistido por el doctor Evaristo M. Chávez, quien le inflige cuatro lancetazos impregnados con secreciones de un paciente verrugoso de catorce años de edad, Carmen Paredes, quien se hallaba ya en período de convalecencia. El doctor Leonardo Villar, jefe de la sala, otorgó su conformidad, tras expresar su total desacuerdo con la experiencia. Dos estudiantes y amigos de Carrión, Julián Arce y José Sebastián Rodríguez, actuaron como testigos.
Daniel Carrión sabía bien que no existía terapia alguna de eficiencia comprobada en el caso de que adquiriese el mal. Sin embargo, su decisión fue perfectamente racional.
El 17 de septiembre , mientras se hallaba en una pequeña habitación cedida por su madrina en la calle Púlpito, barrio de Cocharcas, el joven estudiante experimenta el primer síntoma: un dolor en la articulación de la pierna izquierda, además de un ligero malestar general.
Poco después, se manifiestan calambres en los músculos abdominales, decaimiento, escalofríos, fiebre alta elevadísima y sudoración profusa.
El 20 de septiembre , se añaden a la fiebre otros signos de alerta: sopor, anorexia, náuseas, sed y diarreas.
El 26 de septiembre, Carrión abandona la transcripción de su proceso infeccioso, que delega a sus compañeros. Su aspecto es pálido. Adolece de debilidad extrema, inapetencia, insomnio y de un soplo suave y ligero en la base del corazón
El 02 de octubre la condición general de Carrión había empeorado rápidamente: los vómitos y las diarreas son cada vez más frecuentes, mientras que la sed es apremiante. Es convocada entonces una junta médica, integrada por los doctores Leonardo Villar, Mariano Macedo y Evaristo M. Chávez, que recetan algunos paliativos. En medio del delirio, alcanza a señalar que la verruga eruptiva y la fiebre anemizante eran dos etapas de una misma enfermedad, y que el tránsito hacia la etapa mortal dependía de factores desconocidos.
El 3 de octubre aparece la taquicardia, signos de colapso e inapetencia absoluta.
No tolera medicación alguna, en tanto que la anemia adquiere un carácter pernicioso. La incontinencia urinaria, la pérdida del control de los esfínteres, la debilitación del pulso y la actitud delirante augura un próximo desenlace fatal.
En estado agónico, Daniel Alcides Carrión es llevado a la Maison de Santé, donde expira el 5 de octubre de 1885, pasadas las 11 de la noche. Habían transcurrido cuarenta días desde la inoculación.
Sus últimas palabras fueron: C´est fini (esto se acabó). Antes, el joven cerreño expresó su deseo de que los estudios siguieran adelante, consciente de haber contribuido al mejor conocimiento de la dolencia que hoy lleva su nombre: “Aún no he muerto (…) amigo mío; ahora les toca a ustedes terminar la obra comenzada, siguiendo el camino que les he trazado (...)”.
Fuente
- El método experimental in extremis Carlos Ramos Abogado. Doctor en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Profesor de la Facultad de Derecho de la PUCP.
- Dibujos realizados por adolescentes de la IEE “DACG” en recordación de su heroísmo.