Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO

Lic. en filosofía y CCSS

El   campesino de hoy es aquel que tiene camionetas 4x4 y camiones de alto tonelaje y no sabe hablar quechua.

El nuevo campesino es aquel que tiene empresas con sociedades anónimas cerradas y es socio de emprendimientos comunales que le reportan anualmente miles de soles para vivir bien y hacer fiesta patronal con 1000 cajas de cerveza insultando a la pobreza de otras comunidades descaradamente.

El campesino de estos años es aquel que pone sus ganados y muestra sus productos en las ferias agropecuarias, ya no con el fin de vender para sobrevivir sino para enorgullecerse de los resultados de su centro de producción.

El meticuloso campesino ya no es el endeble del ayer, es pragmático, avisado, atrevido y combativo. Participa y lucha cuando le tocan sus tierras, acomete cuando no le llegan sus utilidades comunales y sale a protestar cuando no percibe los beneficios de los convenios de sus comunidades con las empresas.

El campesino de hoy ya dejó la coca y chaccha KFC, ya cambio  la caña por la  etiqueta azul, ya no viste sandalias sino Caterpillar, ya no habla quechua sino inglés, es un ser intercultural.

El campesino de hoy ya no es el que danza para loar a la pachamama o exaltar al Jirka sino porque hay un contrato detrás. Ya no hace chaco por necesidad de recibir bendición de los apus sino para mejorar su red social y afianzar sus ingresos comunales; antes fue un manso hoy ya dejó de ser menso.

El campesino de hoy no es el simple elector al cual acuden los políticos en campaña, se ha metamorfoseado, ahora es candidato, que pesa y gana elecciones, ocupando cargos desde regidores, consejeros, alcaldes y gobernador.

El campesino de hoy no ha dejado de beneficiarse del asistencialismo de Estado, por eso es un activo para las demagogias políticas de turno.

El campesino de hoy es funcionario público, contratista o proveedor, ya conoce el árbol del bien y del mal del capitalismo por eso juega y gana siendo a veces socialista y cuando le conviene pro mercado.

Antes la lucha del campesinado fue la recuperación de las tierras, del ganado, del agua y del cerro. Hoy el escenario se ha trasladado al medio ambiente, por eso hay dos clases de campesinos en todo horizonte, aquel que ha evolucionado y sabe que para progresar es mejor negociar. Y el otro; el iluso, el quimérico que piensa aún que ser campesino es ser necesitado, explotado y chasqueado al cual los gobiernos de turno deben su venia y asistencia.