Por Roberto Carlos Quintana Villavicencio

Lic. En Filosofía y CCSS

El triunfo ante Paraguay generó felicidad en un Perú averiado, noqueado por la política ineficiente y la oposición ineficaz. El sombrero de Cueva contra el paraguayo previa jugada para el golazo de Yotun generó miles de serotoninas en cada peruano que se olvidó que vive en un país del saqueo y el robo organizado. Fue nuestra catarsis ese partido, una venganza simbólica del triunfo sobre la frustración colectiva, una victoria nacional frente al descalabro inepto de este gobierno del sombrero sin jugada fenomenal, del Castillo de naipes que pronto se derrumbara si no encuentra el rumbo.

No hay laurel que disfrute más el pueblo que su equipo de fútbol le depara. Puede ganar un Oscar alguna película peruana, puede tener victorias en matemática o en algún experimento científico en ámbitos internacionales, pero la satisfacción es solo limitada. El fútbol te da ambiente festivo, una navidad adelantada sin árboles ni regalos ni bonos del Estado, pero basta ver un gol de Lapadula ni bien iniciado el partido para someternos a un éxtasis sideral, para creer una vez más que “Dios es peruano” pero a la vez salir de esa idea de que el Perú fue creado cuando Dios estuvo enfermo, a lo Vallejo.

Nos pasa a los profesores, cuando el alumno ocioso, el que no hace la tarea no una sino varias veces, anota tres goles en el clásico colegial, esos tres goles son transformados en una nota de 20. Justificada la irresponsabilidad. El país es similar, que importa si se emborrachó en concentración o se fue de parranda o si quizás no pagó la pensión para sus hijos. Un gol justifica todo. Un pase seguro de gol produce amnesia gregaria y borra los pecadillos.

¿Quién no estuvo amargado con el esposo o la pareja? Ajado por el hijo que no rinde en los estudios, por la hija que te genera cólera. Pero dos goles del fútbol peruano de clasificación a repechaje, produce abrazos, reconciliaciones, promesas de ser mejor cerrando una noche donde todos somos felices.

Hay paro de transportistas de carga, pero estamos en zona de repechaje. Hay niños con metales pesados en la sangre, ¿y qué?, será en Qatar el partido final de clasificación. Los precios suben de los productos de primera necesidad, ¿y qué?, sea Arabia Saudita o Australia les podemos ganar.

País estropeado pero feliz, feliz por el fútbol. Escolares sin locales para estudiar, pero país feliz. Gobiernos regionales incompetentes, pero por el fútbol. Gobiernos locales torpes, pero gracias al fútbol todos felices. Ese es el Perú, que le saca pica a un Chile eliminado y supera su frustración de la guerra del pacifico.

Y Lapadula canta “sobre mi pecho llevo los colores”, lo abraza Cueva, las tribunas rompen en llanto, ríen, son felices, qué importa si nos gobierna un inepto, que interesa la crisis económica, mañana sufriremos la realidad, hoy es momento de celebrar. Pero aún falta el partido del repechaje y será en junio, seguirán los problemas nacionales que nos ahogan, pero seguirá firme la esperanza de que ganaremos ese partido e iremos a Qatar y seguiremos jodidos pero felices.