Por Roberto Carlos QUINTANA VILLAVICENCIO

Lic. En Filosofía y CCSS

Regresan a las aulas los estudiantes, hastiados de la virtualidad, tendrán que adaptarse a los nuevos horarios, a los nuevos grupos. Si antes solo llevabas tu mochila y propina, hoy tienen que llevar mascarillas, atomizador y lonchera. Sin esos elementos es un riesgo ir.

Ya no habrá como antes el abrazo de encuentro, será restringido. Mantener la distancia es ahora un imperativo, una consigna que si lo rompes arriesgas. Los protocolos harán aburrida la escuela, pero es necesario, al final ya es momento de invadir los jardines, las escuelas y los colegios.

Los maestros, ese ejército gnoseológico los estarán esperando, sus sonrisas no podrás verlos, pero te aseguro estarán esas alegrías detrás de su mascarilla, ellos y ellas ya han ambientado el aula para educarlos, ya han preparado su evaluación diagnóstica para saber en qué nivel cognitivo se ubica el alumno y así empezar la aventura de hacer clases presenciales aun en pandemia.

Los padres ya ven sus bolsillos que escasean ante tanta fuga de dinero por qué deben hacer las compras escolares, en dos años la educación virtual ha paralizado la industria del papel, del cuaderno, de la impresión. Dos años que las clases presenciales permiten que se hagan clases desde el confort de la cama, o la sala sin tener que cumplir los hábitos de levantarse temprano.

El uniforme y el buzo comprado hace dos años ya no le da al hijo, a la hija. El zapato escolar tiene que ser comprado con la nueva talla que otorga el crecimiento. Choca volver a clases presenciales, pero más choca la socioemocionalidad frustrada por la pandemia, de allí que esta generación de humanos será más frío, cruel y doro en sus sentimientos.

A forrar cuadernos, dibujar carátulas, alistar mochilas, hacer loncheras, reuniones y planificaciones, el universo sigue girando y la humanidad adaptándose a la nueva realidad.

Todos vuelven a clases y será directo al aula, no habrá formación en el patio, ni el canto a los himnos ni el izamiento de banderas. Los sobrevivientes reanudan su escolaridad, dañados, ajados pero el homo sapiens ya pasó por esto varias veces.

Para los que han estudiado en los campos y ciudades han sido dos años de retraso pedagógico, la valla del nivel de conocimiento ha descendido por la limitación tecnológica y logística que aún se da en nuestro país. Ha descendido por la extrema pobreza económica en la cual se ubica la mayoría de peruanos. Ha descendido porque el látigo del sufrimiento ha castigado a todos con el partir de familiares a causa del COVID 19.

Es tiempo de un nuevo inicio en la educación escolar, retos mayores de enseñar con distancia, educar sin afecto, instruir para la adaptación.